Durante
los últimos años la industria cinematográfica ha explotado diversas películas con
temáticas sobre el fin del mundo, la mayoría repletas de efectos especiales en
donde prima el asombro por catástrofes causadas por meteoritos, tsunamis,
terremotos, tornados, volcanes, cambios climáticos, etc. La visión que las
películas que Hollywood nos ha ofrecido residen en escenas de acción para
atraer masas en un espectáculo, muchas veces, carente de un discurso y con
personajes vacíos. Sin embargo, se han creado diversas películas al margen de
esta línea, llevadas a cabo más por autores que por directores de cine, los que
defienden un punto vista particular, es el caso de Melancholia (2011) y The
Road (2009).
Melancholia
es una película del reconocido director Lars Von Trier, uno de los precursores
del dogma 95’, el que cuestionó “las
posturas efectistas y la parafernalia hollywoodense”,
movimiento que actualmente se encuentra en desuso pero que de igual manera
sentó las bases para nuevos estilos fílmicos que se relacionan íntimamente con
el género documental (http://suite101.net/cine,
18/08/2009). En
ésta ocasión, Von Trier hace un guiño a la primera película del dogma, Festen
(1998) de Thomas Vinterberg en donde asistíamos a la celebración de una acomodada
familia danesa, pero que escondía un oscuro secreto. En Melancholia vemos la
celebración de una pomposa boda que Claire le prepara a su hermana Justine, la
que poco a poco se ve conflictuada de comprometerse con su novio de por vida,
incitada por su madre la que ve de ésta unión una forma de escape de un futuro
del que nadie va a ser testigo, la que señala: “disfrútalo mientras dure”. Por
medio de dos capítulos, Justine y Claire, se relatan los procesos de éstas dos
hermanas frente a un mismo hecho, las que se diferencian por la manera en la
que ven el mundo y cómo logran resolver sus problemas. Justine parece una
persona más curiosa y desligada del mundo material, la que finalmente decide
escuchar a su madre, por lo que decide no comprometerse,
sospechando que algo terrible está a punto de suceder. Claire, en cambio,
parece una persona más “estable” y resuelta como mujer, esposa y madre.
Ostentando junto con su marido, de un acaudalado pasar, además de juzgar las actitudes
de Justine y su madre. Sin embargo, dicha estabilidad se ve interrumpida por la
aproximación de un planeta que se mantenía escondido detrás del sol;
Melancholia. El esposo de Claire, aficionado a la astronomía es
consciente de la probable colisión de este planeta con la tierra, pero es
incapaz de mantener a su esposa tranquila, la que comienza a sentirse
preocupada por el eventual desastre. El director de ésta cinta nos propone, más allá de la tensión por la colisión entre dos planetas, el enfrentamiento de
dos personas diametralmente opuestas, el punto de vista que se nos propone es de
un mundo racional concreto que se impone frente a un mundo espiritual más
emocional, representados por Claire y Justine respectivamente.
En
la película The Road de John Hillcoat, somos partícipes de un escenario
post-apocalíptico del que en ningún momento se nos señala con exactitud qué fue
lo que pasó con la tierra. Se logra evidenciar que las personas que quedaron
vivas, apenas pueden sobrevivir frente a un paisaje desolador, provocado
probablemente por movimientos tectónicos y actividad volcánica. Es en éste
escenario en que un padre y su hijo, transitan hacia el sur por una carretera
en el que durante toda la película se mantiene de un color gris, con
construcciones destruidas y el colapso de toda una sociedad, cubierta por
ceniza. Por medio de varios flash-backs nos podemos enterar que la madre decide
hacerse a un lado, de alguna forma, para evitarle más sufrimiento a su hijo, el
que recibe el cuidado de un padre que conserva dos balas en un arma para darse
un tiro en la boca cuando sea necesario, ya que además los pocos grupos de
personas que aún se mantienen con vida, se han volcado hacia el canibalismo por
la escasez de alimentos. En ésta cinta, llegamos a una historia íntima en medio
de una catástrofe mundial, en la que prevalecen y se sostienen pequeños gestos
como la preocupación de salvaguarda la “llama” que existe al interior nuestro,
determinando así por regla única nunca alimentarse de otro ser humano.
En
ambas cintas, existe un conflicto que se extrapola en una atmósfera donde
gobierna el caos y en la pérdida de los valores humanos más esenciales, los que
son eclipsados con los actos más perversos. Ambos apocalipsis ilustran una relación
simbiótica entre la catástrofe natural y la psicología de los personajes, en
donde el “efecto visual” no trasciende por sobre el desarrollo de personajes,
mostrando paralelamente el deterioro de nuestro hábitat y el de nuestras relaciones
personales. No es coincidencia que estas películas, producidas con presupuestos
relativamente humildes, al margen de campañas publicitarias estruendosas, hayan
dado mucho que hablar en festivales y en la crítica especializada, en un clima
en donde se abordaba el 21 de Diciembre de 2012 como el advenimiento de un
posible fin del mundo.
Desde la aparición del concepto del calentamiento global,
con el documental An Inconvenient Truth (2006) realizado por Al Gore, es que ha
habido cambio de paradigma sobre la crisis medioambiental y es que por
primera vez existe conciencia colectiva de apuntarnos a nosotros mismos como
los primeros responsables del actual trastorno planetario, y en el caso de las películas
que he hecho mención, pareciera ser que el punto vista radica en que las
actitudes nocivas del ser humano son casi inherentes a nuestra existencia. Sin
ir más lejos, para el terremoto del año
2010 en Chile ocurrieron circunstancias muy parecidas, ya que debido a
la preocupación por una eventual escasez de alimentos se comenzaron a saquear
supermercados y luego, comenzó el robo entre los mismos vecinos los que se
tuvieron que ver en la obligación de hacer vigilancia con armas en sus propias
casas ¿Qué es lo que entra en conflicto ante un inminente fin del mundo?
¿Nuestro perfecto mundo creado a semejanza de nuestra avaricia y egoísmo?
Es así por ejemplo que en The Road, nos vemos reflejados por un padre que a medida
que ve inalcanzable la prolongación de su vida y la de su hijo, comienza a
abandonar la empatía por el ser humano, su impotencia le genera un rechazo
hacía el anciano con el que se encuentran en el camino y se siente con la libertad
de poder humillar al hombre de color, al que hace desvestirse como una alegoría
de la misma degradación del que también es víctima, pero es su propio hijo que, a pesar de estar acostumbrado a la frialdad con la que actúan las personas, considera justo darles un poco de dignidad, incluso en el escenario más hostil que la humanidad
pudiera conocer.
En
Melancholia, luego del enfrentamiento de ambas hermanas, con una Claire al borde del colapso y con el
suicidio de su esposo, vemos el infructuoso intento de ésta de escapar con su
hijo en brazos, bajo una lluvia de granizos que se contrasta con una cancha de
golf, todos lujos que luego de que el planeta deje de existir no tendrán
ningún valor, es así como podemos sostener que Von Trier realiza una parodia
siniestra de la clase alta de nuestra sociedad, en donde se propone desarmar la vida de muchas personas que basan sus relaciones personales en la obtención y entrega de cosas, develando una carencia de afectos en un sistema que parece no dar respiro a las rutinas. Es por eso que Justine
se mantiene intacta frente a éste apoteósico final, y es quien lograr apoyar al
niño, que no es capaz de entender el colapso de sus padres, abrazados a
la histeria y a la desesperación. La
figura del niño es transversal en las dos películas, en donde la narración nos
invita a reconocer la pureza e inocencia que hemos perdido en una sociedad decadente
liderada por adultos que se han disipado en un materialismo que sólo alimenta
sus egos.
Von
Trier plantea un apocalipsis en donde entierra cualquier doctrina, inclinándose
por una relativización de las emociones de la protagonista, mostrando a una Justine aparentemente
indiferente a medida que Melancholia se acerca a la tierra, pero que alberga en
una modesta “cueva mágica” la protección necesaria para enfrentarse a la inevitable catástrofe, y que es suficiente para amparar al niño de la desesperación de sus
padres, afirmando como último mensaje: “Papá dijo que no había ningún lugar donde esconderse”, en The Road, el
padre luego de haber sufrido defendiendo a su hijo, en su lecho de muerte
menciona que la única forma de prevalecer es manteniendo ante cualquier
situación el arma en la mano. Ambos padres, de alguna forma nos obligan a
recordar la ley de selección natural, uno de los tantos postulados científicos
que en muchas oportunidades ha sido manipulado para obtener beneficios de los
más débiles, me pregunto entonces ¿Es realmente éste un mundo en donde los más
fuertes prevalecen? Porque no basta sólo con sobrevivir, sino también de saber
convivir pero sin embargo necesitamos constantemente demostrar nuestro poder
frente al otro, en una dinámica del terror en un sistema jerárquico en donde la
superioridad se alimenta de la subyugación del resto, porque lo que
presenciamos en éstas películas es un reflejo de lo que realmente podría
suceder si un planeta colisionara con nosotros o si el hambre y el canibalismo
fuera nuestro más grande enemigo, en el fondo siempre hemos buscado en
las carencias del otro una manera de sentirnos salvados frente a nuestros
propios defectos.
1 comentarios:
pulentisimo!
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